
Mamá
Mi primer encuentro con vos fue en tu cama, empecé a tener uso de razón, cuando me hacías cosquillas, eso no me gustaba, claro, como yo me ría, vos asumías que me divertía, pero sufría mucho y no pude comunicártelo.
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Mi primer encuentro con vos fue en tu cama, empecé a tener uso de razón, cuando me hacías cosquillas, eso no me gustaba, claro, como yo me ría, vos asumías que me divertía, pero sufría mucho y no pude comunicártelo.
Tu mirada pasiva de sueños perdidos,
sentimiento profundo de nuevos encantos,
tu paciencia madura de varios inviernos,
engendrando una vida sin sueños temprano.
Tu composé elegante de humilde sentido
con andar sigiloso, protector y abatido,
es lo que vuelve mi tiempo incierto,
pensando quebrantos de almas vacías.
Tu hechizo fatal de húmedo encanto,
salvaje y voraz con hierba cosecha
que vuelve agridulce el tiempo quemado
lustrando el vino de buqué sorbido.
Si entiendes las capas canción veraz
y buscas mi nombre entre tus recuerdos
comprenderás mis textos oscuros leídos
de soledades ciegas de buscar verdades.
Es tu tango tenaz que me embelesa
y vuelve furtivas mis sienes oscuras.
En el noreste del departamento de Artigas, ubicado al norte del Uruguay, en un pueblito de nombre Tomás Gomensoro y a orillas del Itacumbú, se encontraba un humilde ranchito de paja y barro, ese era el hogar de la abuela Elsa; alguien singular que vivía sola en esa tapera perdida junto al río.
Siguen matando el amor, lo encarcelan, lo aseguran, lo asfixian, crean hipotecas, lo institucionalizan, lo comercializan; el gran negocio del amor mueve fortunas, crean la seguridad de los hijos, colegios caros, educación ejemplar, bilingüe y una fábrica de normas. Pero el amor no sabe de jaulas, no entiende que significa un escribano y mucho menos comprende cuando un enamorado requiere un escribano; cuando el amor aterriza en la ley, comienza el final. El amor vive junto al miedo, a lo inesperado, busca lugares inseguros para mantenerse latente, se moja todo el tiempo, rompe rejas y cercos, no vive entre cuatro paredes, mucho menos bajo un techo asfixiante; amor de televisión, barato, fanfarrón y advenedizo, amor de publicidad, revistas frívolas y sistemas de marketing; amor de computadoras.
La primera vez que escuché hablar de los argentinos fue en la escuela, cuando la maestra nos enseñaba historia nacional era inevitable no relacionar la filosofía Artiguista con los federales. La Liga Federal o Unión de los pueblos libres, fue una confederación de provincias aliadas dentro de las provincias unidas del Río de la Plata, lideradas por José Gervasio Artigas, gobernador de la Provincia Oriental. Artigas estaba al frente de Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, entre otras. En esa época escuché nombres como Posadas, Pueyrredón, Alvear y Rivadavia. Aunque el personaje que más llamó mi atención fue el General San Martín; parece que cuando el directorio de Buenos Aires le ordenó aplastar a las tropas federales Artiguistas, el amigo desobedeció y se dedicó a liberar a Chile, Perú y el sur de Ecuador.
El verdadero amor florecerá,
sólo en la inseguridad.
No busquen paraguas grandes,
busquen mojar su cuerpo.
No naveguen mares serenos,
crucen los bravos ríos.
No teman de la locura,
arriesguen cada momento.
No vivan vidas de otros,
inventen los nuevos tiempos.
Pero si no lo logran,
y compran paraguas grandes,
y no buscan mojar su cuerpo,
y navegan mares serenos,
y no logran cruzar los ríos,
y temen de la locura,
y no arriesgan cada momento,
y viven vidas de otros,
y no inventan los nuevos tiempos,
entonces cuenten conmigo.
El otro día pensé en mi abuela; no tengo claro la razón, quizás fue un momento de desamparo frente a algunos problemas cotidianos; aunque en el fondo no concibo la vida sin problemas, perdería todo encanto; al final salgo fortalecido, determinado a vivir mejor.
Juntas tóxicas son quienes no te hacen mejor.
Es utópico pensar que nuestros hábitos no influenciarán a otros. Principalmente si vivimos con niños o personas que aún no han desarrollado su personalidad. Si tengo un hermano pequeño y le robo caramelos al quiosquero, será cuestión de días que la criatura se convierta en el Al Capone de las carameleras.
¿Qué hace un intoxicador?
Transmite hábitos espurios que te producen un deterioro mental, espiritual y físico. Esa persona no necesariamente actúa de mala fe, muchas veces no advierte que ha diseminado tóxicos a uno o varios de sus vínculos. También es importante no soslayar que nosotros mismos podemos ser tóxicos; por lo tanto, será nuestro menester detectarlo, aceptarlo y erradicarlo. Creanme que es poco creíble, falto de autocrítica y de una ignorancia supina, pensar que tóxicos son sólo los otros.
Estos son algunos ejemplos:
Desarrollemos un par de estos ejemplos, cuyo propósito no hace más que intoxicar.
“Fomentar el poco hábito de estudio con la excusa de que en la vida hay que disfrutar.”
– No tengo la voluntad de estudiar, pero me será menos doloroso si hago que mis amigos abandonen. Dice entre líneas el intoxicador.
Persuadir requiere un hábil argumento de manipulación.
– ¿Para qué estudias tanto?, disfruta la vida, sólo se vive una vez –esgrime en su discurso.
No existe ley que establezca al estudio como un martirio, principalmente porque la adquisición de conocimiento nos hace libres, nos permite abrir un abanico de posibilidades frente a cualquier emprendimiento.
Consideremos un entretenimiento adolescente como los videojuegos. Si cuando me enfrento a un videojuego con el objetivo de sortear niveles, mis conocimientos de matemática y física son decentes, abriré un abanico de posibilidades que el vago no; entenderé que los objetos caen según una fuerza gravitatoria y que en la luna no existe la misma gravedad que en la tierra, mucho menos en Júpiter; sabré que si mi nave va a colisionar con meteoros, no es lo mismo chocar con una piedra en reposo que con una en movimiento. Si fui a las clases de historia, entenderé el contexto histórico del juego y por qué las armaduras de los personajes presentan esas características. Si no abandoné las clases de música, disfrutaré mejor la melodía del juego.
“Inocular la creencia de que nuestro objetivo en la vida es prosperar.”
En contraposición aparece esta sugerencia, habitualmente empleada por los padres para exhortar a sus pequeños a asistir a centros estudiantiles. En la vida no tenes que estudiar para ser alguien ¡Ya eres alguien! y hablarán de ti las cosas que tú hagas por los demás. Hay muchos estudiosos egocéntricos e insensibles; por otra parte, es una idea egoísta pretender que el estudio es una herramienta para evitar el trabajo sucio. El propósito más noble de adquirir conocimiento es la emancipación, conocernos a nosotros mismos y comprender nuestro entorno. Aprenderemos fenómenos que nos permitirán asir nuevos instrumentos para vivir una vida más plena. Adquirir destrezas nos mejorará el lenguaje, y con él, la comunicación con nuestros pares, conoceremos personas interesantes, nos sensibilizaremos, arrojaremos luz donde la mayoría arroja sombra. La vida no se divide entre inteligentes que hacen el trabajo limpio y mentecatos que hacen el trabajo sucio, ese es un dogma desconsiderado; todos deberíamos hacer el trabajo limpio y el trabajo sucio; al fin y al cabo, este último, templará nuestro espíritu.
¿A dónde voy?
Decir que no existe placer en la adquisición de conocimiento es mentira; les aseguro que enfrentar una consola de videojuegos sabiendo algo, recibirá un estímulo mucho mayor que hacerlo arbitrariamente para disparar, matar bichos o mover jugadores de fútbol a lo largo de una pantalla. Tóxico es el engaño, hacernos creer que no existe goce; de la misma manera, considerar el conocimiento como un gran “salvarse el trasero”. Por eso, no te dejes engrupir, acércate a quien lee, a quienes estudian matemática o tocan la guitarra por amor; evita juntarte con aquellos que desprecian al otro o se la pasan burlando de los que estudian. No faltes a las clases de inglés por irte con el vago, quédate con aquellos que terminan lo que empiezan. Te aseguro que mañana cuando estés charlando con un chino en alguna calle de Nueva York, vas a recordar estas pocas; lamentablemente no lo puedo hacer, le hice caso a los giles.
Con pura avaricia y desdicha
de mezquino y temeroso encanto
aletea en sigiloso llanto
el miserable ruin de cada día
Cándida paloma frágil,
de revolotear sombrío
que posada en mi ventana
estimulaste mi brío.
Ave siniestra y rapaz,
vendedora de quimeras,
vas matando vulnerables
o dejándoles secuelas.
Mensajera de los miedos,
del dolor y la autoestima,
prima hermana del temor
y de la estafa clandestina.
Vas volando presumida
con plumaje de oropeles,
guardando tu desventura
a quiénes serán tus fieles.
Yo te quise conocer,
a mi casa verte entrar
para peinar tu plumaje
y sentir tu palpitar.
Fuiste entrando sigilosa,
escondida en tu disfraz
para meterte en mi alcoba
y apagar mi claridad.
Esta marca es para siempre,
no lo tengo que olvidar,
si la memoria me falla,
vos me la vas a cobrar.