Sudando el sueño

Puede escapar separando nubes para filtrar la luz,
sin embargo la noche intraepitelial
sopla para obscurecer.
Las miradas sordas flotan en el éter
como el moscardón rebelde y aturdido.
Huele la humedad en cada brizna de hastío
y la nada lo azuza como amo a sus lacayos.
Inhala intermitente el aire espeso
mientras ve los embates de indiferencia
pasar uno a uno despreciando su enfermo luto.
Luto salpicado de un halago lábil,
espurio, falto de empírica elocuente.
Aterriza sobre el costado frágil
despreciando su lado áspero.
La fruta insípida abunda hasta que su sabrosa gula
traspasa el hambre, insaciable de prudencia esquiva,
mas azorado está de la rutina estéril.
Sin embargo es ingrato al no blanquear la dicha
de enfrentar el miedo,
habita el vacío aunque le duele,
lo saborea, lo deglute.
Siente el raspón en la garganta mientras baja,
se atraganta, pero celebra la elevación
de su herida amarga, esa parte rechazada de sí mismo,
como la hoja que florece hasta morir callada.
Carece lo que hoy comprende
por el dolor sediento de errar sin rumbo.
Ora sereno si lo agreden hasta sanar el tajo
de ilusión que nubla.
Así va, friolento en la mañana y sudando el sueño.

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