Fealdad

El escozor lastima su estómago,
sube por el esófago perforando el paladar,
hasta incrustarse en la mente.
La contamina, la debilita, la adultera.
La lava le chorrea sobre la cabeza desnuda,
le mancha las orejas y le tapa los oídos.
Se le estaciona pesada sobre sus hombros,
lastimándolos, torciéndole la columna.
La alienación se le activa frente a la fealdad,
de palabras, de espíritu, de estética,
de ignorancia, de soberbia, de negación.
Detonan los polos de uranio y revelan
la propia fealdad que habita ubicua.
Frente a la incertidumbre solo atina
practicar el proverbio hindú:
«Cuando no sepas qué hacer, no hagas nada.»
Una olla a presión explota
y los pedazos de metal se disparan
hasta matar al alma, sin piedad,
vaciándole de pasión la vida,
hasta que amaina y vuelve a empezar.

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