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el gorrión
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Portada » Poesía

Blues white

Hoy vine a escuchar, por qué no a cantar,
hoy vengo a escuchar, por qué no a bailar.
Te senti gritar, te he visto llorar.
Por la libertad, que está más allá.
Un beso hacia el aire, un tibio susurro.

Hoy vine a servir, me vengo a entregar,
hoy vengo a servir, me quiero rendir.
Te escucho cantar, te siento reír,
Por la libertad, que está más allá
Un beso hacia el aire, un tibio susurro

Hoy vine a escuchar, por qué no a cantar,
hoy vine a escuchar, por qué no a bailar.
Te senti gritar, te he visto llorar.
Hoy vine a escuchar, por qué no a cantar,
Por la libertad, que está más allá.
Un beso hacia el aire, un tibio susurro.

Ardor profundo

Ardor invisible y profundo,
inocuo para la matemática del estado,
maligno para la ley de Dios.
Voluntad de pasión enferma
y autodestrucción.
Impulso al desprecio mutuo
que encarna en el baso,
la sangre se coagula y no fluye.
Una mente condenada al consumo
de mieles ansiosas,
repugnantes y culposas.
Hidratos refinados, pantalla y morbo,
inocuos para la matemática del estado,
letales para la ley de Dios.

Una crónica sin Dios

Sórdido ámbito para el prestigio,
tautológico, retórico y retorcido;
de dictadores fieles.

Fidelidad, ¿buena o mala?,
según las circunstancias,
lo bueno es malo, y lo malo, bueno.

Amor propio que aúlla,
resiente a través de la certeza,
para negaciones paganas.

La burla de Dios,
ignorancia y temor,
vibran acordes.

Identidad desesperada
busca ciega aprobación,
sempiterna y obstinada.

Megalómanos peligrosos,
influencia y obsesión,
energía enferma.

Pleonasmos mediáticos
que vituperan almas
y exudan caras lociones.

El mismo panteón bajo otras flores,
otro rebaño del mismo pastor.

Mantra

Muuuuuu
tras el mantra,
erguida y majestuosa,
sobre las copas verdes,
bella y consagrada,
habita la verdad.

Muuuuuu
tras el mantra,
el tablero es como un castillo,
con torres en las esquinas,
dijo Wad al luben,
bella y serena,
como la libertad.

Leviatán

Acomete despiadado, embustero, pernicioso,
deshace testosterona sin propósito ni rumbo,
esclavo de sus afecciones que son pasiones,
manipula, premedita, sino se distrae torpe.

No mide el daño a su dignidad, a su equilibrio,
acumula certezas y miedos cual coleccionista,
hasta patear el tablero sin sopesar la angustia,
propia de un demonio desenfrenado y lascivo,

Baja la montaña desbocado, irreflexivo, colérico,
se estrella a la nada, lugar obscuro y desolado,
tembloroso, altivo, espera la venia para su baja estima,
compasivo en su discurso, mas autoritario en su fuero.

Mastica el vidrio una vez más, ya van mil en ese estigma,
en cambio vuelve al camino, se emancipa, se desarrolla,
quema grasa y hace músculo, lento, aunque constante,
abandona el suceso y trajina sin premio, hasta el cielo.

A pesar de mí

Amargo declinar abatido,
forzosa cuan ligera vida,
la de actuar, competir,
lanzarse a la arena;
a pesar de pretensiones,
de la propia caridad,
tragando el barro lento,
contemplando el ocaso cálido,
predispuesto a sostener el andar,
desapercibido, neutro,
principio por miseria,
volteando para mirar el rastro,
a pesar de la ineptitud,
de la afección crónica,
de los arquetipos,
del funesto azar
o de la dulce fortuna,
soslayando el filos,
sin panegíricos ni diatribas,
sin logias extremistas,
lanzando la flema,
a pesar del tiempo,
a pesar de mí.

Pueblerina inocencia

Ausente de ciclotimia
con determinación neumática,
y de diáfana psiquis,
aunque permeable a la doctrina,
condescendiente al ortodoxo
e indiferente al caos mental;
de sanidad espiritual
propia del aire despejado
y la fruta sabrosa,
con distensión sin reflexión,
amable, compañera, prudente,
salpicada de demencia ocasional,
con tu atípica minoría padeciente,
la que al parecer no hace al todo,
mas al todo revela y cataliza,
inocencia pueblerina,
a veces excelsa,
a veces pajuerana.

Orgón

Atropellado, aturdido, anquilosado, necio y anegado.
Anhelas el etéreo, pero la nostalgia te azuza como el filántropo al doctor.
El miedo te hace díscolo con tus queridos, pero obsecuente con tu amo.
Presumes la soberanía que careces, pero tu cobardía se huele a una versta.
El niño reconoce tu miserable fraude, demagogo, charlatán y pretencioso.
Los tuyos disputarán tus bienes, mientras olvidan tus discursos filisteos.
Sin embargo veo una luz colarse entre la celosía.
Preguntas rojas y réplicas negras exceden el límite del papel nuevamente.
Así te permites fallar, consciente, lumínico, neumático, nouménico.
Olvidas el glosario y te deslizas por las teclas como Aquiles en la arena.
Astuto como el zorro, paciente como la serpiente, liviano como la mariposa.
Tu entropía es la alquimia del orgón para emprender el denodado viaje.
En tanto padeces el oprobio de ese fondo, nace tu grandeza de ser nadie.

Genuflexo del parné

Aprietas el bolsillo y te burlas,
con argucias evasivas y sensibleras.
Se te observa agazapado esperando el turno,
así sacar ventaja para imbricar el metal.
Das coartadas que al tonto suelen convencer
y sopesas los sofismas de falsos profetas,
sueñas las destrezas que careces
y malgastas tu entropía en embustes;
eso que a la postre no te permite llegar.
Acá sufro tu mezquina indecencia,
pero algo no anda bien,
será mi desnuda sordidez,
esa basura en el bazo que me estruja,
me atormenta y no bascula.
La armadura se resiente,
gruñe, chilla y se arrastra,
trajina conforme camina,
Hay un joven sonriendo detrás de la mueca
con cicatrices de otrora queriendo sellar.
Es la hora del tiempo que burla el lamento,
contempla sereno y espera el lugar;
fugitivo de siempre que calla,
el silencio es su forma de hablar.

Brisa

Fealdad ubicua prevalecente,
sensiblería, cosmetología,
de la indolencia a la fanfarria,
de la impericia a la soberbia.

Frente al hastío subyace la flor,
beldad fragante, paciente, prudente,
céfiro enjundioso y diáfano,
amable mientras que enigmática.

De acuerdo reflejas tu santa luz,
callas el mustio trajinar fétido,
así meces mi acallada brisa.

Para reír sereno en silencio,
comprender el todo para esa paz
y aceptar la nada por ese ser.

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